dissabte, 14 de juny del 2008

Las 65 horas


En la Unión Europea los ministros de Empleo se han puesto de acuerdo en algo que es claramente una ignominia: han decidido ampliar la jornada laboral máxima que una persona asalariada puede realizar a 65 horas semanales. Igual les favorece el hecho de que este asunto está siendo tapado por la huelga del sector del Transporte, pero hemos de ayuda.
Una jornada así de larga quiere decir, para que podamos todos hacernos una idea más precisa, que si nuestro país acepta trasponer esta futura directiva a nuestra legislación, un currante español podría trabajar nueve horas diarias de lunes a domingo (es de esperar que al menos tenga todavía vacaciones pagadas). Como de momento parece que sigue siendo obligado un día de descanso semanal (cuestión de tiempo que nuestros queridos ministros de la Unión también alteren esto), vamos a dejar entonces la jornada máxima del sufrido trabajador en once horas al día, con un merecido descanso dominical.
Es totalmente increíble que desde Bruselas se nos esté haciendo esto: ya en el siglo XIX hubo gente que murió manifestándose para lograr la jornada laboral de ocho horas, que es uno de los pilares de los derechos laborales adquiridos en los dos últimos siglos. De ahí que no se pueda entender justificaciones como las ofrecidas estos días por los responsables de esta barbaridad. No sirve decir que sólo será aplicable para casos concretos y siempre que haya acuerdo entre empresa y trabajador: la legislación ya permite las excepciones que actualmente existen entre el colectivo médico, sin necesidad de tocar las actuales leyes. Aún más cínico resulta la aseveración de la ministra eslovena de trabajo en el sentido de que no sólo no es mala la reforma, si no que "ofrece protección para los trabajadores y trabajadoras, y flexibilidad en la ordenación del tiempo de trabajo". España parece que estaba en contra, pero ha renunciado a batallar sola contra todos: craso error, ya que si teníamos la razón, era el momento de defenderla, y así no tendremos que lamentarnos luego.
Parece que la Unión Europea, un proyecto nacido para unir a los europeos que habían luchado entre sí, y que tanto nos ayudó a los españoles con la solidaridad de sus presupuestos, hace tiempo que se ha transmutado. Tiempo atrás, desde Bruselas nos llegaba una legislación que mejoraba la nuestra en temas como la protección del medio ambiente y el derecho a la libre circulación. Pero desde hace algunos años, la política de "liberalismo o muerte" en todos los sectores económicos y sociales es lo único que sabe aplicarse desde Bruselas, y con esta política, todos los ciudadanos hemos de ser conscientes que esto no se hace en nuestro beneficio, y por tanto hemos de luchar por cambiar.
Cambiar quiere decir dar nuestra representación política a partidos que no hagan suyo el discurso de que contra Bruselas no se puede luchar: la Unión Europea sigue teniendo un Parlamento, y los países siguen siendo libres de poner freno a esta situación. Por el bien de todos: digamos basta y demos espacio a propuestas que partan de los ciudadanos en lugar de partir de los despachos de las multinacionales, como Raül Romeva, de Iniciativa, o muchos otros europarlamentarios que han puesto su determinación en evitar que esto llegue a ser una realidad.